La rutina sigue siendo primordial: acostarse a la misma hora (incluso durante los fines de semana y más temprano cuando empiece la guardería o la escuela); mantener un horario regular en sus comidas, salidas a la plaza, baño…
Las secuencias de actividades que se producen en el mismo orden y a la misma hora le dan seguridad y, en cierta manera, le proporcionan también una noción del tiempo: día y noche; cuidados y juego; vigilia y sueño… Los juegos, los estímulos, la afectividad… siguen siendo muy importantes.
Ya no es un bebé, pero necesita, y mucho, que sus padres le demuestren que lo quieren. Ese rato de complicidad junto a su cama aún es necesario (incluso los adolescentes lo agradecen).
Cuando es chiquito, cantarle una canción, leerle un cuento, charlar de lo que ha hecho durante la jornada. .. le enseña a despedir el día, y hay que hacerlo con alegría y seguridad. Dormir es un placer, no un castigo; y para transmitirle ese mensaje nada mejor que ese ratito de intimidad.
El pequeño lo vive como un regalo muy especial: papá o mamá están para él solito, y para nadie más. Podemos dejar la puerta de su habitación abierta si prefiere que entre algo de luz.
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